¿Sorpresa, asombro, admiración, extrañeza, desconcierto?. Para nada…. Todo es posible en el universo musical tan único como propio del que Deep Purple disfruta después de construirlo durante más de cinco décadas de arduo trabajo. Y lo cierto es que desde los primeros acordes que expone “= 1” podemos darnos cuenta de que estamos ante el mejor trabajo de estudio del quinteto desde el ya lejano “Purpendicular” y siendo aún más estrictos, quizás desde el celebrado álbum que los trajo de nuevo a la acción, el glorioso “Perfect Strangers”.
Esta nueva producción del quinteto inglés sin duda ha tomado por sorpresa a más de un desprevenido oyente ya que el trabajo logra reflotar todos aquellos elementos que han convertido a Purple en una institución musical que forma parte de la realeza del mejor rock británico. Combinando perfectamente los sonidos más clásicos que los caracterizan: riffs entradores, el siempre omnipresente Hammond, la emotividad vocal del incombustible Ian Gillan, solos de guitarra y teclados superlativos, arreglos precisos y una base rítmica imbatible, todo ello dirigido y regulado tras la consola por las manos de un experto como lo es Bob Ezrin, hacen de esta nueva entrega de Deep Purple un disco lisa y llanamente imperdible si eres fanático del grupo.
Como es usual el desempeño de Ian Paice tras los parches y Roger Glover en el bajo no dejan de asombrar y de sostener el sólido andamiaje rítmico sobre el que las canciones se sustentan. Aun pecando de reiterativo, es imposible soslayar la formidable tarea de Don Airey y sus teclados ya que, como siempre lo ha hecho en cualquiera de los proyectos en los que participó y en especial en Purple, su calidad, técnica y buen gusto son remarcables. La voz provista por Ian Gillan en estudio es lo suficientemente consistente y clara como para que resalte en cada composición. Y ahora llegamos a un punto crítico ¿cuánto tiene que ver la participación del recién llegado guitarrista Simon McBride para que este disco suene tan fresco, directo y que a la vez respeta con creces el histórico pasado sonoro de la agrupación?.
Después de disfrutar de “= 1“muchos posiblemente afirmarán que Deep Purple mantuvo en sus filas durante veintiocho años a un guitarrista equivocado. Nos referimos obviamente a Steve Morse, pero lo cierto es que el americano supo consolidar su posición, estilo y técnica en la banda a pesar de sus claras influencias progresivas, expandidas dentro del Jazz fusión, el Country, el Folk, Blues, pero sin descartar el Rock. Por su parte, McBride pertenece a esa generación de guitarras criados y desarrollados bajo la alargada sombra de gigantes del instrumento como Blackmore, Page, Iommi o Beck, y al escuchar su performance tanto en estudio como en directo uno se da cuenta que es que es dueño de ese sonido rockero 100% británico tan particular como único que algunos de sus pares demostraron a lo largo de los años, como, por ejemplo, Mick Raplhs o David “Buckett” Colwell de Bad Company, Paul Chapman de UFO, Luke Morley de Thunder, John Sykes de Thin Lizzy/Whitesnale o Laurence Archer de UFO/Grand Slam, sin olvidarnos a un ilustre e inolvidable compatriota de McBride, el irlandés Gary Moore.
La nueva “hacha” de Purple logra desplegar tema tras tema una esmerada capacidad técnica y admirable pero efectivo simplismo de manera cabal y excelsa. Dificultoso sería destacar alguna canción ya que todas poseen elevadas virtudes musicales e instrumentales. Solo el tiempo dirá si “=1” es el epitafio musical definitivo de una agrupación que parece sacudirse el tedio de encima y mirar cara a cara casi con sorna y, por qué no, algo de revanchismo, a todos aquellos que desconfiaron de sus capacidades para ensamblar un disco que, sin ser extraordinario, es lo suficientemente interesante y atrapante como para mantener vivo un inimitable legado y, a la vez, dar sustento a la perpetua leyenda que representa Deep Purple para todo degustador del Rock con mayúsculas.